Una cama caliente
01/12/1939. 13:50 P.M . - 10 Grados Celsius
El invierno de 1939 había cubierto Finlandia con un manto blanco y silencioso. Para Mäkinen, un soldado finlandés curtido por la nieve y el frío, la guerra era una danza macabra entre la vida y la muerte.
Siguiendo el rastro de sangre de un soldado soviético herido, Mäkinen se internó en el bosque de pinos nevados. El rastro lo llevó hasta una cabaña de madera, cuyo tejado estaba cubierto de nieve. Observó a un soldado soviéticos que parecía preparar un sidecar.
Mäkinen no dudó. Levantó su fusil y disparó. El estruendo rompió el silencio del bosque. Un soldado salió de la cabaña al oír el disparo. Los dos soldados soviéticos cayeron fulminados. Con cautela, Mäkinen se acercó a la cabaña. De repente, una jauría de lobos hambrientos surgió del bosque, atraída por el olor de la sangre. Los animales miraban a Mäkinen, mostrando sus colmillos afilados.
Mäkinen no se dejó intimidar. Apuntó su fusil y disparó dos veces. Un lobo cayó muerto, y el resto de la manada huyó, despavorida.
En ese momento salió de la cabaña, el soldado herido, parecía un tanquista, le disparó con su pistola, fallando. Mäkinen no perdonó y su enemigo cayó al suelo.
Mäkinen entró en la cabaña, donde encontró un fuego crepitante en la chimenea. El calor lo reconfortó mientras registraba la mochilas de los sovieticos, encontrando provisiones y municiones.
Al amanecer, Mäkinen salió de la cabaña. El sol naciente iluminaba el paisaje nevado. Después de recoger los suministros, prendió fuego a la cabaña. Las llamas lamieron la madera, consumiéndola en un infierno anaranjado.
Mäkinen se internó de nuevo en el bosque. La guerra continuaba, y él era un lobo solitario en la nieve, un fantasma finlandés que luchaba por su país y que debía cumplir una misión.
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